Años 20

En la España de los años 1920, el panorama político estuvo dominado por la inestabilidad de la monarquía de Alfonso XIII, culminando en el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en 1923, que instauró una dictadura militar con pretensiones modernizadoras pero marcada por la represión sindical y la corrupción. Socialmente, la neutralidad durante la Primera Guerra Mundial había generado un breve auge económico, pero la posguerra trajo inflación, huelgas masivas y crecientes desigualdades entre la burguesía urbana y el proletariado rural, exacerbando tensiones como el pistolerismo en Cataluña.

Culturalmente, fue una época de efervescencia intelectual y artística, con la Generación del 27 emergiendo como un movimiento poético vanguardista que incluía figuras como Federico García Lorca, Rafael Alberti y Pedro Salinas; el arte vio influencias del cubismo y el surrealismo, impulsadas por la llegada de artistas europeos huyendo de la guerra, mientras que el cine y el teatro experimentaban con modernidad, aunque bajo censura incipiente.

A nivel local en Sevilla, la política se alineó con el régimen de Primo de Rivera, que impulsó proyectos de infraestructura para preparar la Exposición Iberoamericana de 1929, fomentando un clima de estabilidad relativa pero con represión a movimientos obreros. Socialmente, la ciudad creció con migraciones rurales atraídas por el boom expositivo, aunque persistían contrastes entre una burguesía emergente y la pobreza en barrios periféricos, con un notable aumento en la industria y el comercio.

Cultural y artísticamente, Sevilla vivió un renacimiento andaluz, con el flamenco consolidándose como expresión popular en cafés cantantes y la Generación del 27 encontrando eco en eventos locales, como reuniones poéticas que fusionaban tradición folclórica con vanguardias; la arquitectura regionalista, ejemplificada en la Plaza de España, marcó el paisaje urbano.

Las hermandades y cofradías de Sevilla experimentaron un período de expansión devocional en esta década, con la fundación de varias nuevas entidades de penitencia como La Candelaria (1922) y San Esteban (1926) que reflejaban un resurgimiento católico en medio de la modernización; las procesiones de Semana Santa se consolidaron como eventos centrales de identidad comunitaria, aunque enfrentaron tensiones anticlericales incipientes, adaptándose a un contexto donde la tradición religiosa se entrelazaba con el auge turístico y cultural de la ciudad.

Historia