Tras la victoria franquista en 1939, España entró en la dictadura de Francisco Franco, un régimen político aislado internacionalmente tras la Segunda Guerra Mundial, con autarquía económica que pretendía la autosuficiencia nacional y la intervención estatal mediante el aislamiento internacional y la restricción de importaciones importaciones.
Socialmente, los «años del hambre» trajeron miseria generalizada, emigración rural y una sociedad estratificada bajo el control estatal.
Cultural y artísticamente, el nacionalcatolicismo promovió valores conservadores, censurando disidencias; la literatura vio emergentes como Camilo José Cela con realismo crudo, mientras el cine y el arte se adaptaban al régimen, con influencias del expresionismo en pintores como Benjamín Palencia.
En Sevilla, la política franquista evitó gran destrucción pero impuso represión y escasez, con énfasis en la recuperación económica agrícola. Socialmente, la pobreza impulsó emigraciones, mientras se fortalecían estructuras tradicionales. Cultural y artísticamente, tradiciones como la Feria de Abril se usaron para propaganda, y el flamenco evolucionó en escenarios locales; artistas sevillanos contribuyeron al realismo social, preservando el patrimonio arquitectónico en un contexto de aislamiento.
Las cofradías fueron instrumentalizadas por el franquismo como expresiones de piedad nacional, reanudando procesiones de Semana Santa para legitimar el régimen; hermandades históricas como El Silencio se consolidaron, fortaleciendo su rol asistencial en la posguerra.